Existen automóviles que tienen una trayectoria realmente apasionante, el Rolls-Royce Phantom 1925 es uno de estos. El 4 de mayo de 1904 en un hotel de Midland de Manchester, Inglaterra se reunieron Henry Royce y Charles Stewart Rolls y de este encuentro surgió la marca de autos de Rolls-Royce.
El modelo estrella de la firma ha sido el Rolls-Royce Phantom, que se fabrica a mano en la factoría de Rolls-royce en Goodwood. Desde el principio el Phantom alcanzó un éxito rotundo ganándose el título de “el mejor automóvil del mundo” gracias a la calidad y los diseños de los distintos componentes mecánicos. Contaba con un motor de 7.688 L y seis cilindros. Su chasis y mecanismo eran fabricados por Rolls Royce, mientras que la carrocería era ensamblada por un carrocero a elección del propietario.
La prestigiosa firma se negó a dormirse en sus laureles y en 1929 decide lanzar su sucesor el Phantom II, que representó otro cambio radical de ingeniería y tecnología en 1930. Además la empresa presentó el Phantom II Continental, que ofrecía a los clientes la opción de un modelo más orientado al rendimiento para aquellos que preferían conducirlo por sí mismos. Esta versión contaba con un motor mejorado, suspensión más firme, pintura especial en su exterior y unos detalles únicos en su habitáculo.
El automóvil estándar, de distancia entre ejes más larga, se mantuvo para el uso con chofer. Esta práctica sentó el precedente y así se diferenció a partir de ese momento entre Phantom y Phantom Extended Wheelbase (batalla larga). Aunque el nuevo Continental lograba alcanzar la velocidad de hasta 150 km/h, no era tan rápido como algunos de sus rivales, por tanto, la empresa decidió resolver el asunto.
Un poco antes de la muerte de su fundador, Henry Royce, en 1933 nace el Phantom III, que llegaba con un propulsor de 12 cilindros y 7.3 litros. Esta versión presumió de su sólido trabajo artesanal tanto al interior como el exterior del automóvil.
Posiblemente la cuarta generación sea la más peculiar en toda la historia del Phantom, ya que fue producida exclusivamente para jefes de Estado o miembros de la familia real británica. El Duque de Edimburgo quedó tan impresionado que persuadió a Rolls Royce para que construyera una versión más formal, a lo que la marca accedió. El resultado fue el primer Phantom IV entregado en julio de 1950.
El automóvil permaneció en servicio de primera línea (aunque para servicios muy exclusivos) en las Caballerizas Reales del Palacio de Buckingham y se comenta que siguen llamándolo por su nombre en clave previo a la entrega, Maharajah.
Para 1959, llega el Phantom V, con un motor V8 mucho más actualizado y en 1967 recibe sutiles cambios técnicos suficientes para justificar su re designación como Phantom VI.
En 1968, el único carrocero que quedaba en Gran Bretaña era la empresa interna de Rolls Royce, Mulliner Park Ward, quien se encargó de continuar con este modelo hasta mediado de la década de 1980. Fue el último modelo de Rolls Royce de construcción de chasis separado. Incluía mejor suspensión, transmisión automática de 4 velocidades y frenos de tambor en las cuatro ruedas.
El primer Phanton VII se entregó a su propietario un minuto después de la medianoche, del 1 de enero de 2003. Con una interpretación completamente moderna y unas proporciones características de la firma, con carrocería monocasco y ensamblado a mano por un equipo de hábiles artesanos.
Tras 13 años de vida útil, llega el Phantom VIII, el primer Rolls Royce que se construyó sobre la arquitectura de lujo patentada de la marca, una estructura fabricada completamente en aluminio, diseñado específicamente para ser la plataforma definitiva para encargos a la medida. Es el único modelo de Rolls Royce que presenta “la Galería”, una franja ininterrumpida de cristal que recorre todo el ancho de la fascia, detrás de la cual el propietario puede exhibir una obra de arte o un diseño propio.